El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. El romanticismo ruso asoció lo propio y peculiar a la recuperación del antiguo espíritu de comunidad popular y esto se llevó a cabo a través de recuperar el mundo de las viejas mitologías eslavas. Los viejos cuentos y leyendas pasaron a ser una bombona de oxígeno para la reactivación de ciertos valores que habían entrado en crisis. Este clima permitirá generar un elemento diferencial a todo el romanticismo europeo; el carácter optimista y, con él, la superación de la desesperación dramática y del sufrimiento universal.
Organizada dentro del marco del año Dual Rusia - España, la exposición El Romanticismo ruso en época de Pushkin explora las raíces de este movimiento desde una perspectiva histórica a través de un gran número de pinturas, acuarelas, dibujos y estampas de la primera mitad del siglo XIX procedentes del Museo Nacional Pushkin de Moscú. Las obras seleccionadas ponen en diálogo a grandes figuras del Romanticismo ruso, como Orest Kiprenski, Alexandr Briullov o Piotr Sokolov, con las obras del Romanticismo español que alberga el Museo Nacional del Romanticismo, donde se presenta la muestra.
El recorrido se articula en torno a dos grandes secciones: Escenarios, que aborda el concepto de lo cotidiano, a través de las imágenes de Moscú y San Petersburgo, y Protagonistas, que ofrece una selecta galería de retratos de algunos de los protagonistas de la cultura e historia rusas del Romanticismo.
Recogida en una sala que recrea un elegante gabinete, la exposición muestra una selección de pinturas que directamente transportan al visitante al siglo XIX ruso. Por una pared roja trepan hasta el techo óleos, dibujos y perfectas siluetas negras. Dos lámparas de araña o la mullida moqueta acompañan a los retratos de duquesas, princesas y zares. Algunas obras caben directamente en la mano. En la pared, los versos de un poema del escritor ruso que inspira:
Pero en las horas tristes, en silencio,
pronuncia con angustia el nombre mío;
di: ¿Hay en el mundo quien de mí se acuerde?
¿Hay corazón en el que yo esté vivo?
pronuncia con angustia el nombre mío;
di: ¿Hay en el mundo quien de mí se acuerde?
¿Hay corazón en el que yo esté vivo?
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Después de poneros en situación ya cuesta decir que no, ¿verdad? Y para continuar la nostálgica tarde, en La Bola no tenemos millonarios retratos de los antepasados de los Verdasco en las paredes ni sillones tapizados, pero también somos fieles a la decoración del siglo XIX.
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